Política ambiental
La política y el medio ambiente no pueden separarse. Las decisiones humanas siempre tienen un impacto en el medio ambiente (impacto no necesariamente negativo). En cierto nivel de organización social, estas decisiones son expresadas a través de la política.
Es esperable que una ideología que considere fundamental la importancia de los procesos naturales en el desarrollo de la sociedad humana se contradiga con las ideologías preponderantes en la actualidad. Esto puede llevar a que algunos crean que más que nuevos enfoques políticos, se estarían planteando enfoques clásicos, los cuales utilizarían un tema nuevo como tribuna para plantear sus ideas. Probablemente el hecho de que en Chile no exista un movimiento ambiental cohesionado en lo referente a sus planteamientos políticos promueve este tipo de confusiones.
El debate ambiental no puede separarse de la política, ya que mediante esta se expresan las decisiones de la sociedad. Para comprender mejor esta relación entre política y medio ambiente, hay que entender que las acciones y decisiones del ser humano, así como las consecuencias de éstas, inciden en distintos niveles. Primero podemos considerar el nivel individual, enfocado en la relación personal que tenemos con nuestro entorno. En este nivel, razones culturales, educativas, espirituales y sociales llevan a los individuos a tener distintos puntos de vista respecto a lo que es malo para el medio ambiente y a la forma de actuar para no generar daño. Muchas campañas, debates y propuestas se focalizan en este nivel. Por ejemplo, enseñar a plantar un árbol o ahorrar energía en el hogar se hallan enfocados al comportamiento individual y puede ser discutido sin oponerse al esquema socio-económico operante.
Por otro lado, debatir el modelo energético del país y cuestionar las prioridades en cuanto al uso de la energía, implica cuestionar el modelo de desarrollo que se está siguiendo como sociedad. Este último caso corresponde a un segundo nivel, que se focaliza en un conjunto de individuos organizados, como por ejemplo a nivel nacional (podríamos considerar también niveles de organización de menor escala como municipios o regiones). En este nivel, las decisiones pasan por un debate político -donde, en el mejor de los casos, el parecer de los habitantes es considerado- y así la sociedad como un todo, acepta líneas generales de comportamiento. Obviamente estas directrices son cuestionadas por ciertos sectores y además van cambiando a medida que cambian los intereses de la sociedad.
Un caso concreto para ejemplificar el rol de la política en nuestra relación con el medio ambiente, es la modificación del territorio. La Ley de Fomento Forestal (DL 701 de 1974) provocó el cambio de muchas hectáreas de suelo, que pasaron a ser plantaciones forestales. Esta ley nació de una decisión política, que representaba los intereses de una parte de la sociedad. Al modificar la estructura del territorio, cambiando el uso del suelo, se afectan los diversos procesos ecológicos que ocurren ahí.
Estos cambios tienen consecuencias en las funciones ecosistémicas (por ejemplo, en los ciclos hidrológicos y el control de la erosión) y en los procesos de los organismos vivos; como reproducción, dispersión y sobrevivencia, entre muchos otros. De esta manera, los cambios producidos por el ser humano sobre el territorio, serán respuesta de fuerzas socio-económicas, culturales y políticas. Generalmente, unas expresadas por medio de otras.
El modelo de desarrollo dominante, basado en las prioridades definidas por la sociedad, va a ser determinante en la forma en que interactuemos con nuestro entorno. Por lo tanto, un descontento respecto a la actual relación entre sociedad y medio ambiente, va llevar a plantear ideas que difieran de la línea política preponderante. No podemos conformarnos con medidas que modifiquen solamente el comportamiento individual dentro de los marcos ya establecidos.
En primer lugar, esto no es suficiente ya que muchas de estas medidas no están disponibles para todos. Si una persona quiere reciclar sus desechos, necesita un sistema que reciba y transforme estos desechos. En otros casos, se busca disminuir el impacto ambiental mediante hábitos de consumo que requieren un alto poder adquisitivo.
En segundo lugar, la interacción de la sociedad con el entorno no sólo se compone de la suma de actos individuales, también es resultado del funcionamiento de la sociedad como un todo. A modo de ejemplo, imaginemos que cada persona, que sea propietaria de un terreno, decida que el 20% de su predio se destinado a la conservación del bosque nativo. Esta medida es radicalmente diferente a que el estado decida que se debe conversar el bosque nativo en el 20% de la superficie del país. En el primer caso tendríamos un bosque altamente fragmentado y con muchos parches de bosque de tamaños inviables para la mantención de este mismo y de la biodiversidad asociada.